viernes, 15 de mayo de 2009

LA ANOMIA EN COLOMBIA


Colombia es un país tercermundista donde las reglas siempre han sido poco respetadas, y a raíz de las películas colombianas podemos apreciar un poco la realidad de nuestro país.
Una de las películas Colombianas que más ha marcado mi pensamiento es “La gente de la universal”, donde nos muestra una falta de aprecio por los principios y normas, no sólo las jurídicas, sino también las morales y sociales; los problemas de nuestro país se producen por dos factores generales, que a su vez desencadenan el resto de factores. Estos son, la falta de unidad del pueblo, y la falta de legitimidad del Estado, lo cual genera las falencias de educación, la desigualdad social, la falta de conocimiento de las normas de nuestro sistema jurídico, etcétera.
De esta manera vemos la degradación social, los trabajos que hace la gente para sobrevivir, aún a costa de su vida, y es peor si analizamos el contexto en el que se filmó la película, una Colombia llena de mafia, droga, y violencia, no es ni peor ni mejor de como estamos en estos momentos, donde el pueblo pasa por encima del poder del Estado para proteger lo que ellos piensan que por derecho les pertenece, y no sólo por encima de la cabeza que hemos escogido para que nos dirija, sino que también pasan por encima de los que más quieren para hacer ver que también tienen “dignidad”.
Dentro del argumento de la película vemos la falta de principios en el irrespeto de la esposa del tío, por parte del sobrino, las intenciones del mafioso español al querer matar al amante de su amante, la corrupción en las cárceles de Colombia y tantas otras escenas que muestran los errores en el sistema jurídico colombiano; el mafioso “se sale con la suya”, y sólo sobreviven los que tienen suerte. Colombia es un país de suertudos.

jueves, 14 de mayo de 2009

¿SOMOS EJEMPLO PARA NUESTROS HIJOS?

Son pocas las veces que nos damos cuenta cuan importante es vivir de aquellos recuerdos que de una u otra forma, agradables o no, le dan sentido a nuestra vida. Desde los primeros años de nuestra infancia comenzamos a escuchar todas las expresiones de nuestros padres, familiares, amigos y profesores y desde estos espacios sociales quedan discursos instituidos en nuestras actitudes y proceder diario. Pero más allá del discurso es fundamental la práctica de estos.


"Somos responsables de nuestros actos". Es una consigna muy común que escuché desde muy pequeña. La responsabilidad es un valor que se adquiere por la vivencia de aquellas situaciones o acontecimientos que comprometen y exigen un resultado satisfactorio, sin importar las dificultades que se puedan presentar. De esto estoy más que segura. Pero, ¿qué tan responsables somos hoy? ¿qué tanto le enseñan los padres a sus hijos a ser responsables? ¿qué tanta responsabilidad delegan los padres a sus hijos? o acaso ¿son ejemplo de responsabilidad?
La responsabilidad no la puedo adquirir sólo porque mis padres me repiten a diario que es uno de los valores más importantes, pero no me brindan la oportunidad de esforzarme para poder serlo, para poder lograr lo que me propongo, sino por el contrario, todo lo que se me antoja lo obtengo fácilmente. O en otro caso, no me dan muestra de lo que realmente significa ser responsables. Claro está, es de nuestros padres de quien recibimos el amor, el afecto y el apoyo que nos ayuda a salir adelante, pero no podemos llegar a los extremos, el facilismo destruye e inutiliza y la falta de ejemplo nos lleva a derrumbar fácilmente lo que construimos con gran esfuerzo.
Dificílmente puedo olvidar las palabras de mi profesor de filosofía al entrar al aula de clases "Día de éxitos muchachos y recuerden, dar ejemplo no es suficiente, se hace necesario ser ejemplo". Hoy más que nunca le encuentro sentido a su consigna. Los padres educan ante todo, con la totalidad misma de su vida, por tanto tienen que perfeccionarse. Ellos se convierten en maestros para sus hijos. ¿Con qué autoridad moral puede un padre llamarle la atencion a su hijo porque llega embriagado a casa, si él lo hace con frecuencia? Puede un profesor exigir puntualidad a sus estudiantes si él llega siempre con varios minutos de retraso? ¿Dónde está el ejemplo?

Desafortunadamente esa es la realidad que nos caracteriza, y si nuestros hábitos y actitudes se reflejan en nuestros hijos, ¿por qué no actuar con responsabilidad y honestidad?, ¿por qué no crear un ambiente agradable y amoroso?, ¿por qué no dedicar más tiempo para el diálogo?. Si somos ejemplo ayudaremos a establecer en ellos normas de conducta que contribuirán al desarrollo de su personalidad.